El 30 de junio de 1973 se produjo un eclipse total de Sol que alcanzó su máximo en el área de Agadez, en Níger. Allí el máximo del eclipse alcanzó los 7 minutos y 4 segundos, tan sólo 283 segundos menos del máximo posible.
Pero un grupo de científicos británicos y franceses pudieron disfrutar aquel día de la totalidad del eclipse durante algo más de 74 minutos.
Para ello convencieron a las autoridades francesas de que les dejara utilizar el prototipo número 1 del Concorde, convenientemente modificado con cuatro ojos de buey instalados en su techo sólo para ese vuelo de tal forma que los instrumentos pudieran apuntar al Sol a través de ellos.
Uno de los instrumentos montados en el interior del Concorde para este vuelo
En plan era «sencillo»: despegar del aeropuerto de Las Palmas de Gran Canaria cuando la sombra del eclipse aún estaba atravesando Sudamérica e interceptarla sobre Mauritania, país que había accedido a cerrar su espacio aéreo para la misión.
A la caza del eclipse
Volando a Mach 2,05, con el mítico André Turcat a los mandos, el avión interceptó la trayectoria de la sombra del eclipse con una precisión de un segundo, lo que en una época en la que los sistemas de posicionamiento vía satélite apenas eran un sueño, no está nada mal.
Así, pudieron mantenerse dentro de la sombra del eclipse durante algo más de 74 minutos, y aunque la velocidad del Concorde les habría permitido seguir dentro de ella un rato más el hecho de que no había pistas de aterrizaje que le sirvieran más al este del Chad les obligó a dejarla ir.
Las observaciones realizadas a bordo incluyeron el estudio del entorno del Sol para ver si quedaban restos del paso de cometas, el efecto de la repentina oscuridad en las moléculas de oxígeno en la atmósfera y la medición de los pulsos en la intensidad de la luz que nos llegaba del Sol dieron para tres artículos en Nature y un montón de datos que estudiar. La altura a la que volaban, unos 17 kilómetros, contribuyó enormemente a la calidad de los datos obtenidos, ya que estaban por encima de las nubes y de buena parte de la atmósfera.
Postal y sello conmemorativos del vuelo
Así que lo de los siete minutos que conseguirán los dos WB-57F de la NASA que siguieron el eclipse del 21 de agosto de 2017 no está mal, pero queda un poco en mantillas frente a lo del Concorde.
(Descubrí esta historia en un tuit de Thomas Pesquet; encontré más información en Motherboard).