Netflix estrenó ARQ, el primer largometraje de Tony Elliott que los aficionados a los viajes en el tiempo han de ver por completitud pero que dejando aparte la cuestión cronoviajera tampoco aporta gran cosa.
ARQ es básicamente El día de la marmota (Atrapado en el tiempo, 1993) o quizá debiéramos decir de Edge of Tomorrow (2014), la de Tom Cruise, que es a la vez su copia modernizada de acción de la anterior. Repetir día, aprender, reintentar. Repetir día, aprender, reintentar…
Tal y como cuenta la sinopsis y puede verse en el trailer en ARQ un ingeniero de un futuro distópico donde no hay comida y las corporaciones dominan el mundo (el dinero son «acciones») se pasa el día intentando sobrevivir repitiendo el mismo día desde las 6:16am cuando una banda de asaltantes entra en su casa. El ARQ que ha inventado es un dispositivo que crea energía infinita, algo que produce efectos secundarios raros y que se convertirá en la clave de la historia – que al menos incluye un montón de giros inesperados.
Lo mejor es que a diferencias de otras películas aquí se acaba explicando cómo «funciona» la máquina o detalles como por qué sólo él «recuerda» haber saltado en el tiempo o cómo piensa técnicamente desfacer el entuerto – porque la situación es altamente violenta y peligrosa y el tiempo para resolverlo no es mucho (atención a la ingeniosa mención a π que aparece al respecto).
Rodada completamente en interiores dentro de una casa la película resulta entretenida si te gustan esos escenarios tipo Cube o Saw. No está mal para un rato pero desde luego tampoco pasará a la historia como una de las más originales ni impactantes sobre los viajes en el tiempo: incluso Project Almanac o El ruido de un trueno, basada en un cuento de Ray Bradbury me parecieron mejores. Aprobado raspado.