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Un nuevo estudio sobre los ensayos atómicos y sus letales efectos a largo plazo

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Small Boy nuclear test 1962Ensayo nuclear con la bomba Small Boy, parte de la Operación Sunbeam (1962) / Wikimedia / EE.UU.

Anda circulando un trabajo de Keith Meyers, un economista de la Universidad de Arizona en el que se plantea cómo a causa de los efectos de los ensayos nucleares de las bombas atómicas en territorio estadounidense habrían muerto a medio y largo plazo más personas que en Hiroshima y Nagasaki juntas. Se puede leer completo aquí: Some Unintended Fallout from Defense Policy: Measuring the Effect of Atmospheric Nuclear Testing on American Mortality Patterns [PDF].

Durante la Guerra Fría Estados Unidos detonó cientos de armas atómicas en el emplazamiento de pruebas nucleares de Nevada. Muchas de estas pruebas se llevaron a cabo en altitud y liberaron enormes cantidades de contaminación radiactiva a la atmósfera. Este trabajo combina un nuevo conjunto de datos que mide los patrones de lluvia radiactiva anuales en los diversos condados de Estados Unidos con los registros estadísticos de mortalidad.

Los resultados indican que las consecuencias de los ensayos nucleares llevaron a un aumento persistente y sustancial de la mortalidad global de grandes partes del país. El número acumulado de muertes adicionales atribuibles a estas pruebas es comparable al de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.

El estudio básicamente toma datos de fallecimientos en general y sus causas atribuibles a cierto tipo de enfermedades y compara los valores de las zonas expuestas a la lluvia radioactiva con los de las que no lo estuvieron; de ahí surgen las diferencias, que pueden cuantificarse. Lo cual no deja de ser controvertido porque hasta ahora se ha considerado que esos efectos no eran demasiado relevantes – y por eso se siguieron haciendo pruebas durante décadas.

A grandes rasgos Meyers calcula un aumento de muertes en Estados Unidos entre 340.000 y 460.000 durante los años 1951 a 1973. (Comparativamente para Hiroshima y Nagasaki se calculó el número de víctimas entre 129.000 y 226.000, cifras varían mucho.) Cuando se ponen cifras y se comparan efectos y consecuencias la cosa cambia bastante.

Entre los principales factores de esas muertes estarían la leche contaminada de las vacas como parte clave de la cadena alimentaria; también los isótopos radiactivos yodo‑131 y estroncio-90. La lluvia radioactiva de las pruebas irradia los alimentos de todo tipo; al consumirse directa o indirectamente esos isótopos pasan a nuestro organismo y acaban produciendo cánceres a medio y largo plazo.

En los años 50 la gente en general no estaba al tanto de los peligros que podía suponer esto y los diversos departamentos (como el Servicio Público de Salud o la Comisión de Energía Atómica) se dedicaban a minimizar esos efectos secundarios de las pruebas atómicas. Pero las nuevas cifras del estudio de Meyers podrían mostrar que no eran efectos de una magnitud despreciable, sino todo lo contrario.

Con las pruebas atómicas subterráneas se consigue eliminar en parte ese efecto de dispersión de lluvia radioactiva, aunque no se elimina totalmente. El último ensayo nuclear en Nevada por parte de Estados Unidos fue el de la bomba Divider y tuvo lugar en 1992, hace más de 25 años.

(Vía @el33th4xor.)

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