Hace poco un artículo de Forbes hablaba del final del telescopio espacial Hubble, que si nadie lo remedia terminará incinerándose en la atmósfera en algún momento de los próximos 10, 15 o 20 años.
Pero en realidad esto no tiene por qué ser así. El Hubble fue puesto en órbita el 25 de abril de 1990 por el transbordador espacial Discovery, y en principio la idea era que un transbordador lo trajera de vuelta a tierra al final de su misión para convertirlo en una pieza de museo. Pero la retirada de los transbordadores espaciales –en realidad los desastres del Challenger y el Columbia, tras los que la NASA decidió minimizar las misiones de los transbordadores– dieron al traste con esta idea.
Así que durante la quinta –y en principio última– misión de mantenimiento al Hubble –el Hubble fue diseñado para poder ser reparado en órbita– la tripulación del Atlantis instaló en la parte posterior del telescopio un mecanismo de captura que en el futuro permitirá que se acople con él algún tipo de propulsor aún no diseñado que pueda guiarlo en su reentrada en la atmósfera para que ésta sea controlada y no le vaya a caer en la cabeza a nadie.
Michael Good y Mike Massimino reparando el Hubble
Mecanismo de captura del Hubble
Pero ese propulsor también podría ser utilizado para volver a subir la órbita del Hubble. De hecho, dejándolo atracado allí, podría repetir esa operación unas cuantas veces antes de guiar al Hubble hacia su final, alargando la misión. O dejar el sitio a otro propulsor con más combustible que lo sustituyera.
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