Atención al detalle: lo interesante de esta cámara que han desarrollado en la Universidad de Tokio no es que grabe a 1.000 fotogramas por segundo –cosa que muchas cámaras hacen– sino que es capaz de hacer el seguimiento o tracking de un objeto a esa misma velocidad. De modo que aunque algo se esté movimiento a gran velocidad se puede «congelar» visualmente en el encuadre.
La demostración favorita de sus creadores parece ser enseñar cómo la cámara mantiene en el centro del encuadre una pelota de ping-pong mientras juegan con ella, y da igual si se hace suavemente o con rebotes a alta velocidad.
Normalmente sería imposible mover una cámara tan rápido; el truco consiste en que la cámara está montada sobre un sistema de espejos con unos motores paso a paso de alta velocidad – los llaman «espejos sacádicos», como los movimientos ultrarrápidos que hacen nuestros ojos que ni siquiera somos capaces de percibir (haz el experimento y asómbrate).
El sistema es capaz de captar y procesar las imágenes a supervelocidad (a una velocidad más allá de las 1.000 imágenes por segundo), de modo que es capaz de enviar las señales a los motores para compensar los movimientos del objeto y mantenerlo siempre «encuadrado».
Si además de hacer el seguimiento de pelotas de tenis, balones de fútbol o bates de béisbol –ya están tardando en sacarlo a los campos para probarlo– se utiliza un haz proyector de imágenes sobre el objeto en cuestión se puede conseguir que la imagen quede «mapeada» a pesar de los movimientos que se realicen. Se me ocurren muchas posibilidades, más allá de fulminar a los insectos con láser; desde los sistemas de conducción autónoma a los drones y los sistemas orwellianos de reconocimiento de rostros… Sus posibilidades se antojan casi infinitas.