Lanzada el 12 de junio de 1967 la sonda soviética Venera 4 se convirtió el 18 de octubre de ese mismo año en la primera en transmitir datos a la Tierra desde otro planeta.
Durante la entrada en la atmósfera de Venus la temperatura del escudo térmico alcanzó los 11.000 °C y en un punto la desaceleración de la cabina alcanzó los 300 g. Pero superado el contacto inicial con la atmósfera la cápsula, de un metro de diámetro y 383 kilos de peso, desplegó su paracaídas a una altitud de unos 52 kilómetros y comenzó a enviar datos sobre la presión, la temperatura y la composición del gas a la Tierra. A esta altitud la temperatura de la atmósfera resultó ser de 33 ºC y su presión inferior a una atmósfera terrestre.
Dotada de una batería con capacidad de mantenerla en funcionamiento durante 100 minutos, la Venera 4 dejó de transmitir datos 93 minutos después de separarse del módulo que la llevó a su destino y que mantuvo su batería a tope hasta el momento de la separación. No está nada mal.
Los últimos datos recibidos, desde unos 26 kilómetros de altitud, indicaban una temperatura de 262 °C y una presión en 22 atmósferas estándar. La composición atmosférica resultó ser de un 90-93% de dióxido de carbono, 0,4-0,8% de oxígeno, 7% de nitrógeno y 0,1-1,6% de vapor de agua. La sonda también detectó un pequeño campo magnético y ninguna radiación.
Aunque su diseño le habría permitido transmitir datos desde la superficie de Venus en realidad la Venera 4 nunca tuvo ninguna oportunidad de hacerlo porque no estaba diseñada para soportar la presión atmosférica de Venus, independientemente de que la batería no hubiera durado lo suficiente.
Habría que esperar a 1970 y al lanzamiento de la Venera 7, la primera del programa diseñada para un aterrizaje suave en Venus y para soportar las condiciones reinantes en su superficie, para obtener datos desde ésta. La Venera 7 transmitió datos durante 53 minutos, veinte de ellos desde la superficie. Pero esa es otra historia.
(La ilustración, vía Firmamento austral.)