Planta geotérmica de Hellisheidi. Fotografía: Arni Saeberg.
La planta energética geotérmica de Hellisheidi, en Islandia, tiene una capacidad de producción de 300 MW de electricidad y de 120 MW de agua caliente aprovechando el calor del volcán Hengill. Aunque las emisiones de CO2 de esta planta son un 5 por ciento de la que emitiría una planta energética de potencia equivalente pero que quemase carbón, además la planta de Hellisheidi captura una parte de esas emisiones de CO2 y las convierte en roca, para evitar que se libere en la atmósfera.
El CO2 no es un gas tóxico, pero el exceso liberado por la actividad humana que no se absorbe de forma natural es el principal causante del calentamiento global.
Desde 2007 un grupo de investigadores trabaja en las planta energética de Hellisheidi para desarrollar un método que capture el CO2 producido en el proceso de generación eléctrica. Es parte del proyecto CarbFix de la Unión Europea. Ahora junto con la compañía suiza Climeworks los investigadores han construido un prototio de planta industrial DAC (Direct Air Capture) que es la primera instalación de “emisiones negativas de CO2”. Esto significa que, a diferencia de lo que sucede normalmente con la actividad industrial —que genera emisiones de CO2— la planta de Climeworks atrapa el CO2 y lo convierte en roca.
Muestra de roca basáltica que contiene los minerales carbonatados en los cuales queda atrapado el CO2. Fotografía: Sandra O Snaebjornsdottir.
Dicho llanamente, se trata de la industrialización de un proceso de natural de captura del CO2 del aire: la instalación extrae el CO2 de los gases emitidos por la planta (también atrapa el sulfuro de hidrógeno) y lo bombea diluido en agua a entre 400 y 800 metros de profundidad, hacia terreno formado por rocas de basalto. El mineral resultante mantiene atrapado el CO2 asegurando que no escapará a la atmósfera “en el próximo millón de años.”
Un proceso natural de miles de años reducido a meses
Según Quartz, este proceso de mineralización en su forma natural requiere cientos o miles de años. La planta de procesado de Climeworks emula ese proceso pero recorta el tiempo a menos de dos años, al menos en Islandia.
Esta velocidad probablemente tiene algo que ver con la geología local. Los acuíferos de arenisca, el tipo de sistema rocoso más estudiado cuando se trata de sistemas de inyección de dióxido de carbono, reaccionan muy lentamente con el CO2. La roca de basalto, por otra parte, parece reaccionar mucho más rápidamente, probablemente debido a la presencia de metales como el hierro y el aluminio.
Al tratarse de una isla de origen volcánico Islandia está formada en un 90 por ciento por basalto. Se trata de una roca rica en elementos como el calcio, el magnesio y el hierro, necesarios para la mineralización del carbono, según explican en Turning CO2 into rock.
Ciclo de captura de CO2 del aire de Climeworks.
Bajo tierra, la mezcla de agua y de CO2 reacciona rápidamente al contacto con las rocas basálticas formando carbonatos minerales. Según los investigadores, “almacenar el CO2 como mineral carbonatado incrementa significativamente la seguridad del almacenamiento, lo que debería mejorar la percepción pública del proceso de captura y almacenamiento de carbono como una tecnología que es efectiva para combatir el cambio climático.”
El delicado ciclo natural del CO2
El CO2 tiene su propio ciclo natural que mantiene un frágil equilibrio entre lo que la naturaleza emite y lo que la naturaleza absorbe.
El CO2 que emite la naturaleza (desde los océanos y la vegetación) se compensa con las absorciones naturales (de nuevo por los océanos y la vegetación). Así que las emisiones humanas alteran el equilibrio natural aumentando el CO2 hasta niveles que no se han visto en al menos los últimos 800.000 años. De hecho, el ser humano emite 26 gigatoneladas de CO2 al año, mientras que el CO2 en la atmósfera está aumentando en algo más de la mitad, 15 gigatoneladas al año, lo que significa que en gran parte de las emisiones humanas están siendo absorbidas por los sumideros naturales.
El problema es por tanto la otra mitad de esas emisiones humanas (por la quema combustibles fósiles, sobre todo) que no son absorbidas por los sumideros naturales: ese “extra” de CO2 se acumula en la atmósfera y causa el llamado “efecto invernadero”, aunque el CO2 no es el único motivo. Como consecuencia, igual que sucede en el interior de un invernadero, aumentan las temperaturas promedio del aire y de la superficie —tierra y océanos.
La planta de Climeworks por ahora trabaja a pequeña escala al tratarse de un prototipo funcional para probar el método de captura de CO2. Eso impide por ahora evaluar el coste del sistema y limita el volumen de gas capturado (unas 5000 toneladas cada año, por ahora) aunque una vez probado el método la compañía tiene previsto incrementar el tamaño de la planta y el volumen de aire que puede procesar.