SpaceX tiene programados dos despegues y sendos aterrizajes de cohetes Falcon para este fin de semana, los dos en un plazo de 48 horas: el primer lanzamiento será el 7 de septiembre (mañana) desde Cabo Cañaveral y el segundo será el domingo 9 desde la base aérea de Vandenberg.
No sería esta sin embargo la primera vez que SpaceX hace doblete en un fin de semana. En junio ya logró aterrizar dos cohetes Falcon 9, aunque entonces fue en algo más de 48 horas; en 49 horas y 15 minutos, exactamente.
Si SpaceX desbloquea este logro será una buena noticia para sus planes de dominación espacial —lo de la dominación mundial ya está pasado de moda—: “Aterrizar cohetes en lugar de estrellarlos significa que la empresa puede utilizarlos de nuevo, lo que significa que los seres humanos pueden recorrer distancias mayores colocando estaciones de reabastecimiento de combustible en otros planetas. SpaceX podría enviar un cohete a Marte, aterrizarlo, reabastecerlo y enviarlo de vuelta a la Tierra. La clave está en perfeccionar la capacidad de reutilizar rápidamente la etapa inicial con las misiones Falcon 9”, dicen en Inverse,
Cohetes más fiables son cohetes más rentables
De acuerdo, sí, de aterrizar dos cohetes en 48 horas a hacer un viaje Marte y volver como el que baja a comprar tabaco hay un trecho. Un trecho de 225 millones de kilómetros.
Pero es verdad que perfeccionar esa capacidad es uno de los requisitos para poner en marcha planes más ambiciosos y más complejos (y más costos pero más rentables) como es el sistema de transporte interplanetario que presentó Elon Musk hace una semana.
Por el mismo motivo SpaceX necesita aproximar la fiabilidad de los lanzamientos y aterrizajes —y el funcionamiento de los motores— a la fiabilidad que ofrecen hoy los motores de los coches o los vuelos comerciales. Sólo así el BFR podrá servir para viajar tanto al espacio como para viajar entre ciudades con normalidad y sin que embarcarse en él suponga un riesgo demasiado alto a cambio de ahorrarse unas horas de avión.
No hay que olvidar que no hace tanto tiempo un viaje de 100 km en coche requería numerosas paradas para hacer ajustes mecánicos y reparaciones en el vehículo, algo que experimentó en primera persona Bertha Benz —la señora de Carl Benz, inventor del automóvil. Sin embargo hoy damos por hecho que todo funcionará cada vez que nos subimos al coche. Una fiabilidad razonable es lo que popularizó el uso de los coches, y también hizo habituales los viajes en avión.
La ventaja de convertir los lanzamientos y aterrizajes de cohetes en rutina
A diferencia de la carrera espacial del Siglo XX —que premiaba al que llegaba primero, con los riesgos asumidos que implicaba— la carrera espacial del Siglo XXI sólo premia la rentabilidad. Y nadie va a querer viajar en un cohete que “puede que sí, puede que no” explote al despegar o que “puede que sí, puede que no” se estrelle al aterrizar. Como tampoco va a inspirar mucha confianza un vehículo que tenga algo parecido a un sistema de escape de emergencia (igual que no lo tienen los aviones), un concepto que ni siquiera heredó la lanzadera espacial y que además podrían cumplir los motores de la cápsula.
De modo que el berenjenal en el que se mete SpaceX por voluntad propia este fin de semana tiene una gran importancia técnica, pero además tiene la importancia estética de enviar al público el mensaje de que los despegues y los aterrizajes de los cohetes de SpaceX son algo normal y corriente y hasta rutinario. Igual que lo son los despegues y aterrizajes de los aviones. Sólo así plantear algo como el Big Fucking Falcon Rocket presentado hace unos días tiene sentido técnico y económico y posibilidades de llevarse a cabo.