Con motivo del 60 aniversario del lanzamiento del primer satélite artificial, el ruso Sputnik, Motherboard se descuelga con este curioso recorrido hacia el inicio de las aspiraciones rusas por conquistar el espacio en How Dreams of Spacefaring Zombies Led to the Launch of Sputnik,
Si se rastrean los orígenes de Sputnik lo suficiente se llega hasta la idea de zombis en el espacio. Al parecer resucitar a los muertos y enviarlos a colonizar planetas extraterrestres fue un factor motivador en el desarrollo de los vuelos espaciales rusos. La idea surgió del filósofo futurista Nikolai Fyodorov que nació en 1829 en la provincia de Tambov, en la entonces Rusia imperial.
Nikolái Fiódorovich Fiódorov fue uno de los fundadores del cosmismo ruso y además era “partidario de la prolongación de la vida, la inmortalidad e incluso de la resurrección de los muertos por medios científicos y técnicos (...) la regulación de los fenómenos atmosféricos, el control del movimiento de la Tierra y la conquista de ‘nuevas tierras’ en el cosmos.”
Fiodorov no planteaba sólo la necesidad de alcanzar la inmortalidad de los vivos, sino que también aspiraba a “recomponer” y resucitar a todos los muertos, a todos,
En otras palabras, Fiodorov creía que “la tarea moral de la humanidad era hacer posible la resurrección corporal,” escribe Asif Siddiqi, historiador espacial en la universidad de Fordham, en su libro The Red Rockets' Glare: Spaceflight and the Russian Imagination, 1857-1957 . “La resurrección masiva eliminaría finalmente las fronteras artificiales de la humanidad, es decir, terminaría con la división entre las generaciones anteriores y las presentes.”
Para cumplir con esta tarea, Fiodorov argumentó que era necesario inventar los viajes espaciales por dos razones. Primero, porque creía que los compuestos elementales de los cuerpos humanos descompuestos se habrían dispersado por el espacio durante miles de años de historia humana. Y para volver a ensamblar y resucitar los cuerpos de nuestros antepasados era necesario salir al espacio a buscar todas esos componentes dispersos.
Segundo, admitía que una resurrección masiva provocaría que la Tierra se abarrotase de gente, por lo que los vuelos espaciales eran necesarios para enviar al espacio a los resucitados y a sus familiares vivos y que encontraran su hogar entre los planetas y las estrellas.
Aunque es una ida de olla tan grande como fascinante lo cierto es que muchos logros y grandes ideas a lo largo de la historia tienen su origen en idas de ollas igual de grandes y de fascinantes. Sin ir más lejos Nikola Tesla sufría todo tipo de alucinaciones y flipaba pepinillos noche sí, noche también con diversos asuntos, incluyendo el de hablar con su madre muerta o sintonizar por radio voces del más allá.
El mismo artículo de Motherboard menciona un puñado de nombres relevantes en la historia de la astronáutica y de la carrera espacial cuyas motivaciones más profundas y personales casi mejor que se hubieran quedado en eso, en “personales”.
Robert Goddard (considerado uno de los tres padres de la astronáutica y quien da nombre al centro espacial Goddard de la NASA) trabajó motivado después de tener una visión de cómo sería llegar a Marte; Hermann Oberth el segundo de los tres padres de la astronáutica (fue profesor de Wernher von Braun) creía abiertamente en que los extraterrestres visitaban la Tierra habitualmente.
Y quién podría olvidar a Jack Parsons, uno de los principales fundadores del Jet Propulsion Laboratory de la NASA que a la vez era ocultista y realizaba rituales y ceremonias de magia para invocar a una diosa llamada Babalón. En otras palabras, no es inusual encontrar cierto grado de pensamientos mágicos en la historia de los vuelos espaciales.
Aunque no es muy apropiado citarse a uno mismo, esto lo escribí hace algunos años en el prólogo del libro de Margaret Cheney sobre la vida de Nikola Tesla,
La historia de Tesla (...) enseña cómo el empeño y los sueños pueden llevar la voluntad humana más allá de los contratiempos y las desgracias (...) una lección de cómo muchos grandes avances de los que disfrutamos hoy surgen de un pequeño número de mentes geniales, curiosas y muchas veces diferentes que las sociedades deben recibir como regalos valiosos que de vez en cuando llegan para dar un buen impulso nuestro avance como civilización.