El vídeo de Vintage Space, How NASA Took Cars to the Moon, muestra y explica cómo la NASA transportó el Lunar Roving Vehicle o Rover lunar hasta la superficie del satélites abordo del módulo de descenso LEM de la misión Apolo 15. El vehículo viajó plagado y empaquetado en apenas 90 x 150 x 170 cm, que era el espacio disponible en el “maletero” del módulo. Una vez descargado, desplegado y montado el vehículo duplicaba su tamaño: media 3,10 metros de largo y 1,80 metros de ancho — el tamaño de un pequeño utilitario.
En total se fabricaron cuatro de estos vehículos, construidos por Boeing y General Motors. Tres de ellos volaron en las misiones Apolo 15, 16 y 17 entre 1971 y 1972. El cuarto se quedó en tierra debido a la cancelación de la misión Apolo 18 que puso fin a la presencia del hombre en la Luna.
En total los tres vehículos recorrieron más de 90 km sobre la superficie de la Luna. Mientras que entre las misiones Apolo 11, 12 y 14 los astronautas se desplazaron un total de 7 km sobre la superficie, las distancias recorridas se incrementaron en 27, 26 y 35 km en las tres misiones siguientes (Apolo 15, 16 y 17). Eso sí, en ningún caso los astronautas se alejaron a más de 8 km del módulo lunar, por seguridad, por si se estropeaba el vehículo.
Los tres vehículos cumplieron su objetivo de permitir a los astronautas recorrer grandes distancias sobre la Luna (“grandes” en comparación con ir caminando dificultosamente debido a los trajes) aunque no precisamente rápido: la velocidad máxima de los Rover era de unos 13 km/h, aunque el astronauta Eugene Cernan (del Apolo 17) logró una velocidad punta de 18 km/h, y todavía es el titular del récord no-oficial de velocidad sobre la luna. Sin embargo la mayoría de los trayectos se realizaron a mucha menor velocidad, a unos 4 km/h. Esto permitió, entre otras cosas, tomar muestras a mayores distancias del lugar de aterrizaje. Con una masa de 210 kg (una sexta parte de peso en la Luna) los Rover podían transportar hasta 490 kg.
Tal y como explica Amy en el vídeo, antes de echarse a la no-carretera los astronautas debían extraer el vehículo del compartimento de carga del módulo de aterrizaje, primero tirando de un cable enganchado en el frontal del Rover y después desenganchando una sujeciones de la parte posterior. El vehículo se desplegaba conforme salía del compartimento y posteriormente se fijaban las articulaciones del chasis y se añadían los asientos y la consola de mandos.
Cada rueda disponía de un motor eléctrico de 0,25 CV de potencia; otros dos motores eléctricos situados en cada eje proporcionaban capacidad de giro al vehículo. Cada eje podía moverse en un sentido para incrementar la maniobrabilidad y reducir el radio de giro. Las baterías no eran recargables, pero cada Rover tenía una autonomía de unos 90 km cada uno, de sobra. Los motores estaban diseñados para sobrevivir al menos 180 km en el hostil suelo lunar lleno de polvo abrasivo.
El desarrollo del Rover lunar se completó, de principio a fin, en menos de un año y medio y el coste inicial de 19 millones de dólares por unidad al final se disparó hasta los 38 millones. Sin embargo, según el ingeniero y astronauta Harrison Schmitt (Apolo 17), «los Rover demostraron ser los vehículos exploradores, seguros, fiables y flexibles que esperábamos y sin ellos no habrían sido posibles los principales descubrimientos científicos logrados por las misiones Apolo 15, 16 y 17. Sin ellos tampoco habríamos logrado alcanzar el conocimiento que tenemos actualmente de la Luna.»