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La delgada línea que separa los gustos y costumbres del transtorno obsesivo-compulsivo (OCD)

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¿Comprobar si has dejado bien cerrado el gas antes de salir de casa, una y otra vez? ¿Lavarte las manos a cada rato porque está todo lleno de gérmenes? ¿Organizar cualquier estantería de libros alfabéticamente por autor porque así es como debe ser? Son algunos de los rituales o costumbres que mucha gente tiene – pero que cuando se presentan de forma exagerada pasan a convertirse en un trastorno mental de más o menos importancia. Algo que los médicos especialistas pueden diagnosticar.

Pat Graziosi explica en Life Nogging algunas cosas sobre el trastorno obsesivo-compulsivo (OCD para los amigos), especialmente cómo distinguir si se padece como trastorno o es simplemente una «costumbre», algo que todos tenemos de una forma u otra – y con lo que a veces incluso se bromea: contar los pasos metódicamente, alinear los objetos de la mesa o rezar en silencio es algo que mucha gente hace – pero que no tiene por qué ser necesariamente malo.

La clave cuando este tipo de acciones se convierten en un trastorno es cuando no dejan de aparecer en nuestra cabeza, consumen más de una hora al día en su ejecución o no calman la ansiedad de ningún modo. Esto lleva a problemas en la vida diaria y a situaciones un poco paradójicas como que la persona hace algo aunque sepa lógicamente que no sirve para nada (ej. lavarse las manos cada diez minutos).

Se cree que tras el OCD hay algún tipo de incapacidad de detectar situaciones de verdadero peligro: se realiza la acción para evitarlo (ej. comprobar que el gas está cerrado) pero de algún modo eso «se borra» a los pocos segundos en el cerebro… y vuelta a empezar. Hay diversas formas efectivas de tratamiento, desde antidepresivos a terapias en las que se enfrenta a los pacientes a las situaciones impidiéndoles actuar.

Incluso hay un método más reciente llamado Deep Brain Stimulation en la que mediante unos electrodos se envían impulsos eléctricos a áreas clave del cerebro. El resultado es que esos pacientes recuperan una existencia normal y su calidad de vida. De momento unas 300 personas lo han probado y les ha ido bien.

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