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Un planetario en el jardín

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Frank Kovac decidió construirse un planetario a base de perseverancia e ingenuidad:, de modo que pasó 10 años fabricando una cúpula y pintando 5.000 estrellas en ella con pintura fosforescente («¡brilla en la oscuridad!»)– además de un ingenioso mecanismo para que se moviera como hacen las estrellas reales. Lo de haber pintado las estrellas a mano subido a andamios cual Miguel Ángel en la Capilla Sixtina tiene su mérito.

Muchas de las piezas son de madera, pero la estructura completa pesa unos 1.700 kilos. Hay un motor de 0,5 CV para hacer girar los engranajes – algo un poco diferente de como funcionan los planetarios convencionales, que proyectan sobre la cúpula las estrellas y planetas movimiento únicamente el artefacto central.

La cuestión es no solo el tiempo que invirtió, sino también el coste: la estructura y todo lo demás le costaron 180.000 dólares, que no es moco de pavo. Quizá por eso los vecinos lo llamaban Manicomiario en vez de Planetario, porque entendían que hay que estar un poco zumbao para dedicar tanto tiempo y dinero a esto. Quizá para compensar, su creador tiene el récord de ser el segundo más grande del mundo de este tipo.

También es un poco irónico que el planetario esté situado en una zona campestre y tranquila, desde donde se pueden ver las estrellas con facilidad – de hecho dice que algunas veces, mientras pintaba, salía al exterior «para comparar a ver qué tal estaba quedando».

El «edificio» incluye calefacción para no pasar demasiado frío; su creador organiza programas educativos y visitas guiadas donde explica algunas cosas sobre las estrellas y el sistema solar a quien quiere visitarlo. «Las matemáticas y la ciencia no son lo mío», afirma, pero eso no le impide seguir trabajando en su hobby.

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