Cariñosamente la llaman papelfugadora.
Este invento surgido de la universidad de Stanford es una solución de baja tecnología a las costosas centrifugadoras que se usan en los laboratorios. Nacida de una idea de los juguetes infantiles es capaz de realizar pruebas sanguíneas como las de la malaria el HIV y la tuberculosis; técnicamente funciona acelerando la decantación o sedimentación de los diversos componentes según su densidad.
La diferencia es que cada unidad cuesta fabricarla unos 20 céntimos mientras que las de los laboratorios se venden por miles de euros (y necesitan electricidad).
La papelfugadora, que enseña el vídeo de Vocativ, puede alcanzar velocidades de hasta 125.000 rpm con solo tirar de los hilos durante un rato con fuerza; en 15 minutos puede separar los parásitos de la malaria de los glóbulos rojos. Los científicos las han llevado a lugares remotos de Madagascar para enseñar a los habitantes cómo usarlas para realizar sencillas pruebas médicas. A falta de electricidad, las soluciones ingeniosas son una gran idea.
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